lunes, 28 de mayo de 2012

Ricardo Torres y Laura Arestivo

Hay quienes viven sus vidas comparándola con las de otras personas, cuando deberían juntar todos los elementos de su entorno y otorgar cierto valor, pero no de forma desmedida... o si?

 Ese valor que le das a las cosas, diarios personales, el baúl de los recuerdos, los encuentros maravillosamente inesperados, una mirada a través de la ventana de un café, un roce torpe en el colectivo, una llamada del pasado. Ese valor personal, sobre eso quiero plantearme la siguiente pregunta. Qué tan bueno es vivir intensamente a través del valor a las cosas, momentos, situaciones, personas? Ese valor no lo mantenemos a través de los años, pero tiene tanto peso que queremos aferrarnos a la idea de mantenerlo tal cual está, con su gramaje indicado.

Vivir intensamente pero al mismo tiempo aferrarnos al pasado. Soy culpable de las acciones citadas en la frase anterior. Vivir intensamente es vivir el presente, y me aferro al pasado porque aprendo de él.

Entonces ahora junto los elementos de mi entorno, los recuerdos y las situaciones que me llevaron a ser la persona que soy hoy, que vive con intensidad modificada, hay que agregarle cierta dosis de paciencia, o sino la ansiedad aparece en escena y el entorno es visto a través de una cuello de botella.

Me ajusto a mi entorno, acepto la vida acelerada con aires de armonía y un gusto agridulce, más iluminado que oscuro. Me entiendo en él, porque estoy en donde tengo que estar. No comparo mi vida con la de nadie más, no encuentro el porqué. Solo tengo como ejemplo la vida de ellos dos, un amor que atravesó fronteras y apostó a verlo crecer.